Paranoia de vivir

Que no muera la euforia
Paranoia de vivir.
Que sobresalte la locura
El placer de saber fluir.

Porque no estamos enredados
Si podemos convivir.
El pasado angustiado
Que se puede compartir.

Eligiendo destinos.
Programados al nacer.
Que la fortuna no es tuya
Si no te brindas al placer.

Qué locura la vuelta al mundo
Rodeados sólo de simpleza
De momentos oportunos
De todo lo que puede ser.

Hermanados en amplio concepto
Qué no suele suceder.
Son las vueltas de vida
Es momento de querer.

Veintiocho

Venimos sin saber pero eligiendo,
descalzos, con frío, y en alaridos.
Nos dan un nombre, también un apellido.
Empezamos en cuatro patas,
hasta que enderezamos la columna
y nuestro camino.

Nos dan herramientas, palabras,
ropa, calzados y cariño.
Vemos a nuestros pares,
sociabilizamos, nos extendemos,
y soltamos rienda a lo desconocido.

Así comienza todo,
en constante cambio,
acelerado, rápido y con ruido.
Nos educamos sin gusto y en masa,
que sólo es el génesis
de lo que a lo largo del camino pasa.

Salimos verdades asumiendo,
entre ellas la del sudor por el pan,
que será casi perpetua,
en un trajín muy lento.

Nos palpita violento el corazón,
porque caminando nos topamos una razón.
Hacemos nuestro ese sentimiento,
y le ponemos títulos a una relación.

Nos inculcaron sobre la propiedad privada,
y no hay motivo para que justamente ésto, sea una excepción.

Soñamos perpetuarmos en otro cuerpo.
Regalarnos cosas, promesas, versos.
Convertidos en  mitades de naranjas,
olvidando que somos uno, y completos.

Hay que avanzar de casillero,
no hay tiempo para preguntarse.
Quizás no nos dimos cuenta,
que el mandato social llegó para quedarse.

Llegaron los hijos, las tareas, las cuentas.
Los malabares de tiempo, la falta de ocio,
las vacaciones cronometradas,
y la pregunta que no hago
para que no me mientas.

Perdemos un turno,
sigue girando la ruleta.
Reseteamos lo que podemos,
bucle infinito servil a esta treta.

Veo

Tengo dos ojos para ver

todo lo hermosa que la vida es.

Puedo mirar, puedo observar,

el detalle en la inmensidad.

Un sol que sale a brillar,

árboles que aportan una sombra.

Los pájaros y su aletear,

flores creciendo sin cesar.

En movimiento todo está,

Las personas, su caminar.

El mundo, su individualidad,

todos estamos ahora y acá.

Imperceptible es la realidad,

to’ lo importante en lo simple está.

Sólo es cuestión de meditar,

que estamos de paso,

plano terrenal.

Y yo me miro para poder ver,

si no hago intro nada va a valer.

En el prejuicio en el sin saber,

sólo somo’ esclavos ciegos del Poder.

Juana

Ayudé a que te duermas. De repente me detengo, congelo ese instante, miro tus ojitos cerrados, tu respiración suave casi inaudible. Tu carita y ese cuerpo pequeño que yace en la cama. Te contempló y me siento pequeño. Te sigo observando y se me cae una lágrima. Siento. Siento la vida. Siento que esa vida, en parte, se debe a la mía. A la responsabilidad, sin saberlo en aquel momento, de traerte al mundo. A este mundo del que tantas veces reniego, del que tantas otras me confunde, me abate. Veo tus rasgos, los identifico con los míos. El pecho se me hunde en una respiración profunda que sale en forma de suspiro, de aliento. Pienso que jamás pensé que iba a ser algo tan bonito, tan profundo, tan inmenso. Tanto que no comprendo la dimensión. Y lloro. Lloro de no sé qué. De alegría? De paz? De miedos? Ser papá. Ser «papi», ser «Wally», ser el receptor de esos abrazos y besos de un amor tan puro, tan infantil, tan sincero. Es ahí cuando siento que mis brazos caen, no por cansancio (que a veces lo hay), sino que caen porque no mí cuerpo no sabía ni sabe que tanto amor cabe en tan pequeña estructura. Lloro de amor, lloro de sentirme una palabra que no sé escribir. Y ahí sólo me nace decirte Te Amo. Así, en silencio, con mi mirada, con las caricias de mis manos mientras vos ni siquiera lo sabés, o sí. Y en una vida, la mía, caracterizada por la inconstancia, es donde descanso sabiendo que quizás sea lo único que vaya a hacer bien durante el resto de vida que me queda. Te Amo. Te amo y no me canso de decirlo, de hacerlo, y de vivirlo. Ojalá un día leas esto que escribo, para que sepas que mientras vos dormías papá pensaba en vos. En cómo viniste a romper lo establecido. En cómo llegaste para quedarte, y no porque seas mía, sino porque no habrá cosa o motivo más significativo para mí que estar a tu lado para acompañar tu crecimiento, tu desarrollo, tu bienestar. Nadie nace sabiendo, mucho menos el rol de ser padre. Con vos aprendo a cada momento. Te escucho, te observo, te abrazo, te beso. Hoy es un día cualquiera, pero no para mí. Necesitaba poner en letras esto que late en mi pecho y me lo explota. Acá voy a estar, par aprender con vos. Para volver a vivir esos primeros años, crecer en tu infancia, abrazarte en tus miedos, llorar en tus momentos difíciles que también serán los míos. Nunca había imaginado con certeza ser papá y guiar el camino de alguien, pero acá estoy hija, acá estoy para ser tu compañero, tu compinche. Una autoridad también para marcar un sendero. Siempre con amor, con aciertos y errores, pero siempre con amor. No me voy a cansar nunca de decirte Te Amo Hija, de darte besos y pedir que me abraces. En un ratito voy a acostarme a tu lado, deseando congelar ese instante y que siempre seas mí pequeña, mi bebita, y abrazarte fuerte hasta que me digas «basta papá» con esa vocesita angelical. Voy a dormirme sabiendo que soy feliz a tu lado, con la responsabilidad de despertarme mañana y seguir guiandote en este largo camino que es la vida, y que recién comienza. Te Amo Hija, Te Amo Juanupi de mí corazón.