Bolsillos rotos

Domingo, 30 de junio de 2019.

Se me acelera el cuore, mi respiración tiene sonido. Cierro los ojos porque abiertos ya no veo. Destellos de luces en la oscuridad hacen reflejo. Tengo frío, sigo inmóvil, por dentro quieto. Mi cuerpo se expresa, se acurruca, con la cabeza apuntando al suelo. La indecisión, esa nebulosa que no sé bien dónde se encuentra, pasea lento. Sube desde los latidos, baja desde lo profundo de mis pensamientos. Me siento agobiado, perdido, sin ganas ni fuerzas, pero deseando mágicamente un instantáneo olvido. No sé que hacer, por donde empezar. Le hablo a mi ser interior porque necesito mantenerme vivo, conectado, y acompañado. Los ruidos del exterior se hacen uno, los confundo, se mimetizan, eso te lo afirmo y te lo juro. Afuera hace frío, pero adentro es una guerra sin idioma y sin bombas, pero lacerante hasta el hastío. Tengo una montaña de recuerdos, de sueños, de promesas incumplidas. Ya no caben, no hay espacio, el alma se me parte, el recipiente se desborda, causando mil heridas. Es temprano y parece noche, es esta bruma la que pesa, La que no tiene retorno en mi fe perdida. La vida no te enseña el fin de un camino. Te vas haciendo, vas juntando fotos, experiencias, momentos gratos, y de los otros. De repente caen las fichas, esas que fuiste juntando para descartar en algún tacho de residuos. Bolsillos rotos, suelas gastadas, el viento de invierno en la cara, ya no queda nada.